Lunes, diciembre 2, 2024

Atrapados en el infierno de lo igual

Hoy en día la mayoría de nuestras vidas transcurre en las redes sociales, todos estamos pendientes de ellas como ovejas con falanges, deslizando mundos y sectores distintos, pero sumamente iguales.

REGLA N. 1 de todos los gurus, mentores y profetas: ¡Sé original y diferénciate! ¿¿Y cómo se hace eso??

Para avalar esa teoría usaré el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un verdadero artista crítico de la sociedad de consumo.

Os acordáis de la Rebelión en la granja? “En la sociedad owreliana de 1984, los animales eran conscientes de que estaban siendo dominados, pero hoy no tenemos ni esa consciencia.

Han sostiene que los individuos se autoexplotan y sienten terror hacia lo otro, hacia lo diferente.

Según Han, los humanos nos mostramos como auténticos porque “todos queremos ser distintos de los demás”, pero en la actualidad resulta imposible ser auténtico porque necesitamos emular a los que vemos originales y guay porque queremos que los demás nos vean igual de guay, así que en esa obsesión de ser distintos confluimos en lo igual”. Y como resultado, solo se permite que tengamos “diferencias comercializables”. Ser auténtico es muy difícil, y cuando lo intentas, corres el riesgo que las ovejas te vean como una cabra.

“Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.

“Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es casi solo visual (vista), estamos perdiendo casi todos los otros sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo favorece a los que son más iguales a uno; ¡es que lo igual es cómodo y no duele!”

Lo diferente incomoda.

Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. La dificultad reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y en ausencia de ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El arte también ha sido afectado, “El arte ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema.

“Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual… Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La rebelión podría consistir en dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales

Según Han “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción o productividad; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo… En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.

Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo dedicado a otros, no para nosotros”.

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