Aunque la mano del hombre haya influido bastante en la agricultura, la naturaleza impone sus ritmos y sus fechas y el otoño es indiscutiblemente la temporada de cosechas.
Después de las uvas, el producto soberano de nuestras tierras es la aceituna, un fruto rico en propiedades que nunca debería de faltar en nuestras mesas.
En la comunidad andaluza, principal región productora de aceite de oliva en el mundo, las previsiones son dispares, ya que hay zonas con un aumento de producción mientras que otras presentan una importante caída.
Cooperativas Agro-alimentarias de España estima que la cosecha de aceite de oliva en la campaña 2017/2018 alcanzará en España 1.096.900 toneladas de aceite, lo que supone un descenso del 14,7 por ciento con respecto a la pasada campaña.
Según anunciaba hace unos días la Junta de Andalucía en su aforo oficial, Sevilla y Málaga prevén un aumento en la producción de un 7,5 % y 22,9 % con respecto a la campaña pasada, mientras que las previsiones en Jaén, principal productora de aceite de oliva de España, caen drásticamente un 28,8 % situándose en 360.000 toneladas. Córdoba, otra de las provincias más afectadas, contará con una producción de entorno a las 244.000 toneladas, un 9,4 % menos que la campaña pasada.
En caso de pequeñas producciones orgánicas, las cifras importan muy poco, lo que sí cuenta es la calidad. Ayer tuvimos el placer y honor de asistir a un día de cosecha de las aceitunas en la Finca La Capellania, situada en la Serranía de Ronda en las laderas de Benarrabá, muy cerca del pueblo blanco de Gaucin.
En la finca se cultivan 3 variedades: Picual, Arbequina y Hojiblanca, los olivos son bastante jóvenes y los únicos tratamientos que reciben son el cariño de sus dueños, las caricias del viento y del sol y agua cuando llueve. Este año, como ha llovido muy poco, la producción es inferior, pero las aceitunas están igual de impecables: lisas, jugosas, sin manchas o picaduras.
Salimos un grupo de unas 10 personas de Marbella y llegados al pueblo de Gaucin, hemos tomado un camino un poco incomodo porque no hay carretera asfaltada durante unos 15 km para llegar a la finca, pero merece la pena penetrar el bosque por las vistas que nos regala y por los visitantes que podamos encontrar. Es un entorno natural muy preservado todavía, con árboles seculares cuyas raíces a veces sobresalen de las rocas, acantilados, eucaliptos, robles, algarrobos, pinos, tomillos y a disfrutar de ellos rapaces, jabalíes, zorros, búhos, ovejas, cabras y alguna vaca que anda libre por el valle.
La cosecha en la finca se hace por lo demás manualmente y en los olivos más altos y frondosos con una herramienta mecánica que sacude rápidamente las ramas haciendo caer en una tela colocada al suelo las aceitunas. De allí se vierten en cubas, se cargan en el tractor y llegan en pocos minutos a la almazara donde se muelen al momento.
Antes de molerlas, pasan por una rejilla vertical para que se limpien de las hojas y otros residuos que haya podido caer en la cuba y de la cuba entran en el molino que en pocos minutos ya empieza a sacar el sabroso oro verde.
El aceite se almacena en tanques y se filtra antes de ser embotellado, todo eso de forma natural y sencilla y sin ninguna alteración del producto.
Después de las fatigas de la cosecha todos nos merecemos un buen almuerzo y los anfitriones Gabriel y Nadim Massoud nos dejan elegir entre sentarnos en una terraza soleada con preciosas vistas a la montaña o en una acogedora sala rústica que también tiene vistas al exterior junto al calor de una enorme chimenea.
El almuerzo es a base de los productos de la finca, tanto vegetales como animales, así que compartimos las delicias que se producen y almacenan durante toda la época del año: huevos, pollo, verduras, higos, nueces, pasas, etc.
La Finca La Capellania ha sufrido un peligroso incendio hace unos 10 años que afectó a casi la mayoría de las plantas sin llegar a quemar la casa ni a destruir totalmente las plantas afortunadamente, no obstante, todavía se aprecian las quemaduras en las cortezas de algunas de ellas y en las rocas.
Pasar una jornada en ese paraíso, entre el paseo a los olivos, la cosecha, la vuelta a la almazara y el contacto directo con perfumes, sabores y animales de la finca es totalmente regenerante: no hay una terapia anti-stress más eficaz y más saludable, sobre todo si se comparte el día en compañía de nuevos amigos y de los dueños que con mucha paciencia y muy amablemente nos acompañan contándonos la historia de su tierra y el valor de sus productos.
El tiempo vuela rápido en ese viaje en la naturaleza, así que es la hora de volver a la ciudad, librados la mente y recargados las baterías de energías, nos llevamos a casa una cuantas botellas de aceite orgánico para recordar ese precioso día cada vez que nos echamos un chorrito, sabiendo de donde viene y lo bueno que es.
Hasta que haya aceitunas en los arboles se puede viajar a la finca y participar a la cosecha, además haciéndose miembros del Club del Aceite, es posible disfrutar de una interesante oferta. Para más detalles: www.fincalacapellania.com.