Anoche se inauguró en Marbella, en las magníficas salas de El Rastro la exposición “Fascination” del artista haitiano Philippe Dodard. Una exposición magistralmente organizada por Ana Tess Bejart, interiorista y escritora, en colaboración con el artista Julián Martín y la embajada de Haiti en España. A la velada asistieron el embajador de Haiti en Madrid, coleccionistas, diseñadores, arquitectos, apasionados de cultura y arte de toda España El artista Philippe Dodard recibió a los invitados agradeciendo por la calurosa acogida que le dedicó Marbella y actuando en una original performance de pintura en vivo que involucró a todos los asistentes, participes de la magia que ese pintor es capaz de transmitir a través del color.
Todo coronado con el excelente escenario que ofrece el espacio de diseño e interiorismo de El Rastro, que, en palabras de su propietario, Javier Martín, admite como el emplazamiento no podía ser más acertado y mucho más efectivo que en cualquier museo. Una música en vivo evocativa de los ritmos haitianos y un delicioso cocktail pusieron el broche de oro a la velada.
Philippe Dodart posee en su ADN esa fuerza prolífica y polifacética. Expresa a través de su obra, tal como lo vais a descubrir, ese cruce de culturas en la que se distingue una fuerte influencia africana e inspiración por las máscaras que también cautivaron al Maestro Picasso. Colores intensos y poderosos, formas enigmáticas, símbolos misteriosos. Duende, embrujo, fascinación.
Cómo ver y aprehender la pintura de Philippe. Su caso no es único, en el sentido de que es imposible considerar su trayectoria como artista sin tener en cuenta las circunstancias anestésicas que han marcado la forma en que ha abordado su carrera. En primer lugar, nos encontramos en Haití.
Empezó en el ambiente de un estudio: Poto-Mitan, creado por Jean-Claude Garoute y Patrick Vilaire. Philippe estaba muy abierto a las influencias, sobre todo a las de los jefes de taller, que tenían un gusto particular por la línea, gusto que se manifestó en diversos grados en Vilaire y Tiga. A partir de entonces, la línea estuvo presente en la obra de Dodard, ya fuera pintada, dibujada o esculpida.
En la segunda mitad de los años setenta, cuando Dodard se incorporó a la escena artística haitiana, ésta había cambiado considerablemente. Se hablaba incluso de una edad de oro. A partir de entonces, Philippe Dodard se enfrentó a sus coetáneos, a sus galeristas, cada vez más numerosos, a la crítica incipiente y algo confusa que no tenía puntos de referencia, a su familia y al público en general. Todos ellos tenían expectativas que se sumarían a un conjunto de convenciones que los artistas deben observar si quieren ser reconocidos.
Dichas convenciones intervienen a veces negativamente en el proceso creativo y, sobre todo, obstaculizan la singularidad.
El cuadro de Philippe Dodard presentaba elementos extraídos del género dominante que los críticos habían calificado de “Escuela de la Belleza”, argumentando que simplemente transmitía la idea de la belleza. Philippe se dejó seducir y, como había alcanzado un perfecto dominio de su técnica, realizó un cuadro de temática algo diferente, pero de bellas formas, líneas elegantes y colores armoniosos.
Michèle Montas, una periodista que acababa de regresar al país, tomando nota del estado del arte en el país, comentó la existencia de un cierto tipo de pintura en serie perezosa y rentable. Esta observación podría aplicarse a la obra de Philippe Dodard, que llegó a ser un pintor de éxito. Afortunadamente, pronto se dio cuenta de que una carrera de éxito también podía significar un fracaso artístico.
Fue un “momento de ruptura”, el comienzo de una época en la que Philippe Dodard se dedicaría cada vez más a distintas disciplinas, hasta abandonar las artes plásticas para convertirse en poeta. La publicación del libro por la Galerie Marassa en 1993 marcó este momento.
En ese libro reiteraba la supervivencia de la línea, como he dicho antes, pero hacía hincapié en su abandono del aspecto agradable de los discursos vacíos para tomar el escarpado camino de la sinceridad. Se abrió al mundo.
Philippe se hizo así global y universal
En la obra de Philippe Dodard encontramos a menudo referencias al cubismo y, más allá, a la estatuaria africana. Rara vez se atreve con la abstracción, prefiriendo las imágenes figurativas. Si bien es cierto que sus imágenes representan, la figura o figuras que ocupan el espacio no son reales, sino estilizadas. De este modo, siempre conservan su realidad. La estilización se ha convertido en una constante.
En sus cuadros, no podemos permanecer indiferentes ante esta cohabitación de dos fuerzas: las líneas y los colores, que el artista encuentra la manera de dominar para crear una obra de arte que merezca la pena. De hecho, la obra se mantiene unida a pesar de este “conflicto”, que sin embargo nos obliga a abandonar la representación de los volúmenes y la precisión anatómica de las figuras, que se entremezclan entre sí y con formas diferentes, todas en el mismo plano.
Es un proceso que muestra la influencia, que Dodard admite modestamente, de artistas como Picasso o, más cercano, el cubano Wifredo Lam. Además, las formas afiladas y redondeadas aluden al gusto que ha desarrollado por la escultura, lo que le ha dado la oportunidad de conquistar la tercera dimensión.
Todos los apasionados de arte que quieran visitar una de las mejores exposiciones de los últimos años, pueden aprovechar de esta ocasión única en España hasta el 18 de octubre.