Lunes, diciembre 16, 2024

Reloj epigenético: no es la edad que determina cuanto envejecemos

Si hemos nacido en 1968 creemos tener 55 años, en realidad podríamos tener 40 o 62. No, no es una broma. La primera sería la edad cronológica —la marcada por la fecha de nacimiento—y la segunda la relativa a su estado orgánico. Es decir, la que combina el estado de salud y el funcionamiento del organismo. Según la doctora Celia Gonzalo, especialista del Grupo Neolife, esta última sería la verdadera, y en gran medida, depende de nosotros.

El motivo: se estima que la genética sólo influye entre un 20% y 30% en el envejecimiento, mientras que los factores externos tienen un gran impacto. Ya se sabe, la dieta, el ejercicio, dormir bien, y el abandono de los malos hábitos, entre otros. En algunos casos, se podrá pensar erróneamente que es tarde para abrazar esta vida saludable, pero sólo, explica la experta en antiage, si se han presentado enfermedades crónicas debilitantes (demencias, valvulopatías, enfermedad arterial, etc.) acompañadas de lesiones irreversibles que han dejado secuelas. En estos casos, el abordaje médico consistirá en ralentizar dichos daños y mejorar la vida de los pacientes. Desgraciadamente, apunta la doctora, “no es imposible regenerarnos como algunas especies, pero sí tenemos la capacidad de modular la expresión de genes y de limitar los daños”.

Estamos a tiempo, en cambio, cuando no se ha diagnosticado ninguna de estas patologías, que cursan procesos inflamatorios en nuestro organismo y conducen al envejecimiento. ¿Cómo? Mediante una medicina preventiva que parta de nuestra edad real, la antes mencionada edad biológica.

¿Cómo podemos conocer nuestra edad real? Relojes epigenéticos y telómeros

Lo primero es acudir a los relojes epigenéticos, un método que tiene que ver con la metilación del ADN, un proceso que regula qué genes se van a expresar y cuáles no. Según envejecemos, nuestros niveles de metilación del ADN bajan más y más y tenemos menos control sobre nuestro ADN, y, por lo tanto, sobre la posible aparición de enfermedades.  Se trataría entonces de evitar que agentes externos dañinos perjudiquen los procesos de metilación.

También de que dichos agentes, entre los que destaca una vida sedentaria y una alimentación rica en grasas y azúcares, influyan sobre los telómeros, esas terminaciones de los cromosomas que protegen  su integridad en las divisiones celulares. La clave para conocer cómo se encuentra nuestro organismo es la longitud de los telómeros; pero con el paso del tiempo y debido a problemas de salud, los telómeros llegan a una longitud mínima crítica, con lo que la célula muere o deja de reproducirse.

Mucho más conocidos por el gran público, estos otros factores determinan también nuestro “cumpleaños biológico”:

  • El estado cardiovascular: la tensión y la rigidez arterial.
  • La función pulmonar, esto es, la capacidad vital y la de difusión del monóxido de carbono.
  • El metabolismo: el estado de los lípidos, la glucosa y la composición corporal y el funcionamiento hepático.
  • El estrés oxidativo: radicales libres y sistemas reductores.
  • La inflamación y cantidad de grasa visceral.
  • El estado de la microbiota.
  • Las alteraciones del sueño.

Con estas pruebas en la mano se pueden diagnosticar desfases negativos entre la edad cronológica y la biológica, bien por una vida poco recomendable (si hablamos de salud) o por estados propios asociados al envejecimiento (como la menopausia o la andropausia). En cada caso, la medicina antiedad determinará los procedimientos a seguir, que tienen que ver con cambios en los hábitos, la reposición hormonal y la suplementación.

También, por último, muy importante, con el control del estrés, una vez conocida la influencia negativa de salud mental en el envejecimiento orgánico. La recomendación aquí es tratarlo con el especialista si supera los niveles normales y buscar la tranquilidad: el silencio, el contacto con la naturaleza y la realización de hobbies o terapias que conduzcan a la relajación.

Desde Neolife recuerdan que los estados depresivos pueden aumentar el riesgo de cáncer, entre otras enfermedades, y que la ansiedad nos puede provocar acidez de estómago, cambios en el ritmo intestinal o desencadenar enfermedades inflamatorias. Si dichos estados depresivos conducen a la disminución o al abandono del autocuidado favorecerán el deterioro generalizado.

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